Prontamente se dará el puntapié inicial en la Tercera División donde 10 equipos lucharán con la idea de subir al profesionalismo. Lo lamentable es que ese anhelo se llevará a cabo a mediados del 2014.
Mucho tiene que ver con esto la implementación de la Segunda División Profesional. El campeonato que nació el año pasado con el objetivo de dar oportunidades en el profesionalismo a los equipos amateur con buena solvencia económica, terminó siendo un dolor de cabezas para los demás que se quedaron en Tercera División.
Antes los clubes de la última categoría del fútbol chileno disputaban un campeonato sumamente competitivo, donde se recorría lo largo y ancho del país con la fiel intención de alcanzar el único cupo a Primera B. Muchos planteles realizaban un tremendo esfuerzo para obtener el título. Ahora deben doblegar ese sacrificio, ya que primero tienen que subir a la categoría naciente, y peor aún, deben esperar hasta el otro año, todo esto para adecuarse al calendario del nuevo sistema de torneo impuesto por la ANFP.
La Segunda División no ha logrado cautivar la emoción que se espera. El torneo al incluir filiales de Primera División pierde competitividad, ya que 4 de los doce clubes de la categoría no tienen opciones de subir. Esto obliga al relajo, teniendo en cuenta que el objetivo primordial es dar cabida a jugadores que no tienen espacio en el primer equipo y rodaje a los juveniles. Además, el campeón no tiene asegurado el cupo directo y no existe el descenso, lo que obliga a la ANFA a postergar el ascenso.
Es de esperar que el ente rector del fútbol chileno no le falte más el respeto a éstos clubes. Si creó una nueva división, me parece que lo más lógico es que el campeón suba de inmediato en vez que defina el cupo con el cuadro de menor ponderación de la Primera B. Y por último, si la próxima vez que realice una modificación, ojalá no olvide que las escuadras amateurs tienen derecho de ascender cuando corresponde. ¡Señora ANFP, los equipos de Tercera igual existen!
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